Si estás cuidando a una persona dependiente, ya sea como familiar o como profesional, conoces las múltiples tareas que llevas a cabo cada día, desde la ayuda para la higiene personal del mayor al que cuidas, hasta resolver situaciones difíciles derivadas del cuidado y acompañamiento (por ejemplo, cuando vagabundea sin rumbo o cuando está triste).
Cuidar a una persona mayor dependiente es muy exigente y puede perjudicar al cuidador/a, tanto física como psicológicamente. Veamos algunas señales de alerta que pueden ser indicadores de que TÚ también necesitas cuidarte:
- Problemas de sueño (despertar de madrugada, dificultad para conciliar el sueño,
demasiado sueño, etc.)
- Pérdida de energía, fatiga crónica, sensación de cansancio continuo…
- Aislamiento.
- Consumo excesivo de bebidas con cafeína, alcohol o tabaco. Consumo excesivo de pastillas para dormir u otros medicamentos.
- Problemas físicos: palpitaciones, temblor de manos, molestias digestivas.
- Problemas de memoria y dificultad para concentrarse.
- Menor interés por actividades y personas que anteriormente eran objeto de interés.
- Aumento o disminución del apetito.
- Actos rutinarios repetitivos como, por ejemplo, limpiar continuamente.
- Enfadarse fácilmente.
- Dar demasiada importancia a pequeños detalles.
- Cambios frecuentes de humor o de estado de ánimo.
- Propensión a sufrir accidentes.
- Dificultad para superar sentimientos de depresión o nerviosismo.
- No admitir la existencia de síntomas físicos o psicológicos o justificarlos mediante otras causas ajenas al cuidado.
- Tratar a otras personas del grupo familiar de forma menos considerada que habitualmente.
- Hiperimplicación, no saber ‘cortar’.
- Fuerte sentimiento de impotencia y desmotivación.
- Agotamiento físico y emocional.
- Conflictos familiares en relación con la actitud y comportamiento de otros miembros de la familia referidos por ejemplo, a la forma en que se cuida al mayor.
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